Algunos neo abogados mexicanos del neoliberalismo

Por Sergio Mejía Cano

La designación de Lenia Batres Guadarrama como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) despertó inquietudes y protestas de algunos sectores de la sociedad, así como de algunos abogados y entendidos en Derecho aduciendo que la señora Batres Guadarrama ha estado más ligada a la política que a litigar y estar encauzada a su profesión de licenciatura en Derecho. 

Da tristeza comprobar cómo algunos estudiantes de Derecho y hasta abogados ya con buen tiempo desarrollando esta profesión se oponen a esta designación, porque alegan que hay abogados con mejor perfil en cuestión de dicha profesión de la abogacía, no así la recientemente designada como tal.

En una plática informal sobre la posible  corrupción que existe en el Poder Judicial con amigos, conocidos y hasta familiares de los que algunos están estudiando Derecho y otros más que ya son abogados con cierto tiempo ejerciendo esa profesión, la mayoría se indignaron diciendo que era una falacia; pero ninguna de estas personas entre mujeres y varones reconocieron ningún ápice de corrupción en ese Poder de la Federación, tan ni siquiera con una posible excepción, sino que en sí, como estudiantes y trabajadores del Derecho, respectivamente, se sintieron ofendidos y despotricaron en contra de los que piensan en que el Poder Judicial está bañado en corrupción.

Sin embargo, tal vez el pensamiento de esta gente versada en Derecho se hayan sentido ofendidos debido a que todos crecieron ya en el sistema neoliberal, un sistema que se encargó fehacientemente de hacer pensar a las nuevas generaciones lo que a ese sistema convenía, ya que es muy raro que alguien piense que no hay corrupción en el Poder Judicial, siendo que se han documentado pruebas al respecto con señalamientos claros y documentados que indican que algunos dictados de jueces de ambos sexos no se pudieron dar sin haber habido algún tipo de corrupción o a la mejor hasta con algún tipo de presión o extorsión en caso de no acatar determinada línea para emitir alguna resolución favorable o perjudicial para alguien.

Es obvio que más de algún estudiante de Derecho o profesionista de esta carrera enfoquen sus baterías en una discusión o plática de este tipo en contra de quienes no son abogados o licenciados en Derecho lanzándoles la clásica de por qué alegan sobre algo que desconocen, sin ponerse a pensar que la vida también es escuela y, que muchos adultos mayores al haber sufrido alguna penalidad o experiencia en su vida se pudo haber visto envuelto en cuestiones de leyes y que de tanto estar en determinado problema legal, algo se tiene que aprender ya sea oyendo, leyendo o viendo cómo actúan los licenciados en juicios o cómo litigan.

Hubo un conductor de trenes que vivía en Mazatlán, Sinaloa que continuamente tenía problemas laborales con el otrora Ferrocarril del Pacífico (FCP), así que debido a esos tantos problemas laborales sin necesidad de ir a una facultad de leyes se abocó autodidácticamente en cuestiones de leyes laborales, adentrándose de tal manera que con el tiempo hubo un tiempo en que algunos abogados iban a consultar a este conductor de trenes para que los asesorara en algunos juicios o que los acompañara a los juzgados como apoyo.

De este conductor de trenes muy versado en leyes laborales, muchos de sus compañeros aprendieron a comportarse debidamente ante un juez, cuando este preguntaba a los enjuiciados si ellos tenían la razón en lo que exponían y si les correspondía ganar el juicio, por lo que gracias a este abogado laboral sin título se le respondía al juez que no, que la razón le correspondía al señor juez después de analizar todo lo que se mencionaba en un juicio; que el juez es quien tiene la última palabra.

A muchos de los abogados de las nuevas generaciones y que estudiaron su carrera dentro del sistema neoliberal, la mayoría no entiende, no comprende o hace caso omiso del espíritu de las leyes, de su esencia y que esta esencia está al principio de todas las leyes y artículos constitucionales.

Hay neo abogados que afirman que los tratados internacionales están por encima de la Constitución, porque nuestro país ha firmado esos tratados y, aunque se les diga que ningún reglamento, ley secundaria y mucho menos los tratados internacionales están por encima de nuestra Carta Magna, siguen pensando que sí. Y cuando se les dice que entonces para qué México quiere una Constitución Política si hay tratados internacionales, nada más hacen mutis diciendo: estudie y no alegue.

Sea pues. Vale.