Un nuevo estudio revela que la pérdida de hielo en Groenlandia es notoriamente mayor a su crecimiento en todo lo que va del siglo XXI.
Lo que sabíamos sobre el deshielo de Groenlandia está mal. Y la realidad es mucho más grave de lo que se estimaba hasta ahora. Eso es lo que revela un estudio realizado por científicos de la NASA.
La extensión de la capa de hielo de Groenlandia se mantuvo estable entre 1985 y el 2000, pero, una vez iniciado el siglo, empezó a sufrir una importante pérdida de masa de agua congelada que sigue hasta el día de hoy.
Los estragos, además, son 21 por ciento mayores a lo que previamente habían estimado científicos del Ejercicio Internacional de Intercomparación del Balance de Masa de la Capa de Hielo (IMBIE, por sus siglas en inglés).
Esa es la conclusión a la que llegaron investigadores del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA y que publicaron el pasado 17 de enero en el estudio ‘ Ubiquitous acceleration in Greenland Ice Sheet calving from 1985 to 2022 ’.
Para dar con esta información, científicos estudiaron imágenes satelitales (algunas de las cuales ilustran esta nota) de más de 200 mil bordes de glaciares detectados mes con mes, que daban cuenta del retroceso de la capa de hielo.
De 207 glaciares estudiados, 179 han retrocedido significativamente desde 1985, 27 se mantuvieron en el mismo lugar y solo uno avanzó ligeramente. No obstante, “sus ganancias fueron demasiado pequeñas como para balancear las pérdidas de los otros”.
Con estos datos, también se dieron cuenta de que los cálculos del IMBIE no tomaban en cuenta el hielo de los glaciares que ya se encontraban en el agua, ya fuera sumergido o flotando.
Al contabilizar estas partes, notaron que la mayor parte de la pérdida de hielo en Groenlandia viene de los fiordos en la periferia de la isla.
De acuerdo con sus estimaciones, la capa de hielo ha perdido más de mil gigatoneladas o un billón de toneladas métricas. Es decir, un 21 por ciento más de lo previamente estimado por el IMBIE.
Los efectos del deshielo de Groenlandia
Si hay una buena noticia del citado estudio es que la pérdida de este hielo parece no haber afectado los niveles del mar en Groenlandia.
No obstante, los científicos resaltan que, al final de cuentas, se trata de una “importante afluencia de agua dulce al océano”, lo que, a la larga, puede traer graves consecuencias. Entre estas se cuentan cambios en la salinidad del norte del Océano Atlántico, lo que podría debilitar la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC por sus siglas en inglés), que se encarga de transportar calor y sal en el mar. Esto, a vez afectaría patrones climáticos y ecosistemas en todo el mundo.