RIGOBERTO GUZMÁN ARCE

                                                  EL SUR

Súbitamente despierto por el frío, dirán que estoy mal, pero estos terribles cambios en la temperatura son fatales. Mejor me levanto y hay que ver la mañanera, AMLO lleva la agenda noticiosa. Leo la encuesta del Universal, muy positiva para los morenistas. Los sonidos de la mañana, los albañiles, la radio y el gas. De pronto reviso recuerdos que me brotan en Facebook y están los hermanos y hermanas Arce Ávila juntos de pelo negro, allá por los años setentas. Una prima aclara lugar, fecha y motivo. Me llevan los momentos a un torbellino y llegan al centro de mi corazón tantas cosas, historias, la explosión de los sentidos, cada cual con su memoria. Los sabores, olores, sentimientos, uf, estoy en shock. Mi madre, mis tíos. El espacio y tiempo en la singularidad de la vida, solamente sobreviven los hombres. Me llega aquella clásica fotografía de familia en el estudio de Víctor Chávez. Desayuno y no pude salir pronto. Voy a la plaza principal y ya está el evento artístico, antes fue el desfile, de los maestros y maestras con vestimenta negra, en la Semana de la Educación Especial para concientizar de la urgente cultura de la inclusión

Ayer de noche enfrascado en desatar los nudos emocionales y recorrer de nuevo las rutas sentimentales y el ruido urbano cerca de la Universidad, Tepic me pareció extraño, como que me arrimé en un cuerpo que en estas circunstancias no me reconoce. La última vez que dormí en su nidal, fue en un regreso de Rusamorada en la casa de Miguel González Lomelí. La puerta de la entrada a los pasillos de los departamentos los inquilinos al llegar la azotan sin ninguna empatía. Extraño mi almohada, puse toallas. Intenté dormir fuera de los relojes y los campanarios conocidos, pero vanos intentos. Dormité. La fuerza de la lluvia me despertó y cierto frío. Eran las ocho de la mañana y seguía lloviendo. Bajé y desayuné enseguida, chilaquiles, huevos con tocino y café con leche. Todavía no llegaba el tortillero. 

Me vine pensando y observando el paso implacable del tiempo, nuestros cuerpos cambian, ciertos lugares y otros cubren los espacios.

Fuertes motivos y vínculos tengo con un pueblo guerrero, de hombres y mujeres que aman profundamente sus raíces, su naturaleza, la cultura, tradiciones, su historia y su fuerza de artesanos. Jomulco de San Gerónimo, de Severiano López, del arroyo, del cerro Ónix, El Salto, de amigos. Mi madre trabajó en la escuela primaria en 1949, yo jugué futbol con La Ola Roja en la secundaria, invitado por mi compañero Salvador Gracia Aguilar. Le tengo cariño, con mi amiga Silvia Maricela Aguilar Fregoso, tenemos el pendiente de seguir investigando para lograr editar un libro de esta Delegación. Me gusta que sean defensores del patrimonio, del territorio, y hay una identidad gigante como un corazón elaborado de carrizo, los conozco en sus casas, en sus talleres y en su rebeldía. Tenía cerca de dos años que no caminaba en sus empedrados y vuelvo hoy para llevar el programa del Regional, Charlas Callejeras. Estar en su bella plaza de árboles, palmeras y kiosco con Idris Hernández, artista y muralista, con el cronista Fredy Perales y el nuevo delegado Efraín Pérez. Extrañé no saludar a mi amigo Salvador Fregoso, sigue su destino.  También saber que de aquí son Ramona Decena y Ricardo Linares, Baltazar Pérez.  Volver a recordar al muralista Jacobo. Voy a regresar para caminar por la colonia Morelos, para recorrer su entrada de la amistad, charlando como hoy, es un honor estar aquí, mi respeto y reconocimiento, también a los hijos de este terruño que radican en otros lugares, pero que tienen el alma en el viento, en los árboles, en la tierra, el agua, el fuego, en sus casas, en sus familias, en la noche y el día, como el siempre solidario Jesús Ibarra. 

Lo primero que llega a mi mente de esta linda comunidad son sus montañas azules y las aguas termales. Con el paso del tiempo fui develando sus secretos, las voces y sus rostros. Amatlán de Cañas con su río, sus casas conservadas, calles abiertas y estrechas. Un lugar donde conocí al doctor Guillermo Luna Dipp, vestido siempre de blanco, después a la familia Ramírez como el famoso Tikio, El Cachetes y su enorme pila de revistas Proceso. Se fue develando personajes tan queridos como El Chiquis, mi colega Rafael Rodríguez.  El histórico Tomasòn.  Tantos en esas tardes de eventos políticos, de mañanas perifoneando, repartiendo volantes y acompañando a Cuauhtémoc Cárdenas en gira a la Estancia y en la cabecera municipal. ¡¡También el periódico Abre los Ojos que todavía se publica!! Mucho qué escribir, el llegar de paso cuando iba o regresaba de Oconahua, conocí sus amaneceres y anocheceres. Aquí estoy filmando dos veces, de su galletera y chocolate, de su centro rústico y agradable, de su parián y la Basílica Lateranense Jesús Nazareno. Recorrer con mi celular y sintiendo lo bello del aroma a naranjos en flor. Recordar que en estas bancas alguien estuvo sentada contemplando el pasar del amor, suspirando por lo que vendría. Me regreso a Ixtlán después de un maravilloso encuentro. Ya en mi guarida leyendo los pormenores en Twitter.

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