Una pequeña muestra de cómo se desvirtuó el Infonavit
Por Sergio Mejía Cano
En la entrega anterior nos referimos, entre otras cosas, al desface que sufrió el Infonavit, a cómo se vino a desvirtuar su primera sana intención para que todos los trabajadores, sin distinción de estatus personal, credo o preferencias de cualquier tipo, sino nada más por ser trabajador como empleado, obrero y estar afiliado a algún sindicato o no, tuvieran un techo dónde vivir.
La desvirtuación vino después de la cuarta entrega de casas habitación, si es que así se les pudiera llamar a las de la tercera, cuarta y entregas subsecuentes. Pues por lo menos en lo que sucedió en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, las primeras casas que, en 1972 mediante un concurso les fueron entregadas a los ganadores, se dieron en la colonia Miravalle, al sur de dicha ciudad, ya en la parte media baja del cerro del 4, en donde se unen los municipios de Guadalajara y Tlaquepaque. Esas primeras casas constaban de dos pisos, tres recámaras, dos baños y cochera.
Estas primeras casas les tocaron a muchos compañeros y compañeras del entonces Ferrocarril del Pacífico, sin importar si estaban casados, solteros, viudos o divorciados o vivieran solas o solos; incluso les tocó casa hasta a ferrocarrileros ya jubilados, la mayoría, si no es que todos estos beneficiados primeramente por el Infonavit, a los diez años o un poco más, ya habían pagado sus casas.
Sin embargo, después de esa primera entrega, a alguna mente brillante en la dirección del Infonavit se le hizo mucha casa para un trabajador con salario mínimo, por lo que la segunda entrega de casas, precisamente ahí mismo en Miravalle, ya fueron de una sola planta, pero con tres recámaras, baño y medio y cochera todavía. Casas de una sola planta tal y como las que se entregaron primeramente en la ciudad de Tepic, Nayarit, en el denominado Fraccionamiento El Mirador, al norte de la capital nayarita.
Pero, tal vez llegaron más mentes brillantes a la dirección de este instituto de vivienda que, ya en la tercera entrega ya no fueron casas ni sencillas ni nada, sino las denominadas dúplex, en donde a un trabajador le tocó la planta baja y a otro la planta alta, siendo que este segundo no estaba adquiriendo un terreno, sino que prácticamente su propiedad estaba por encima de otra, es decir, como en el aire; sin embargo, para mucha gente que había estado pagando renta y ahora, aunque fuera en la planta alta, peor era nada, porque al menos ya podía considerar que no llegaría el día en que un casero le solicitara que dejara la casa de renta.
Y esas mentes brillantes en la dirección del Infonavit tal vez llegaron a la maravillosa idea de que para qué desperdiciar tanto aire, si tenían el cielo como límite, así que nada mejor ahora que construir edificios de cuatro pisos para que así cupieran más trabajadores. El problema fue al darse cuenta que las ciudades y demás poblaciones se comenzaron a agrandar en su mancha urbana, por lo que al ya no contar con terrenos cercanos a las zonas conurbadas o conurbanas, se construyeron este tipo de edificios habitacionales ya más alejados que, por lo mismo, carecían de servicios primarios como drenajes, tuberías, cableado eléctrico ya sea para luz o telefonía, etcétera; y además, muy lejanos de los centros de trabajo de quienes les habían sido otorgadas esas viviendas, por lo que debido a esto, muchos de estos edificios fueron abandonados.
Pero lo peor fue que los créditos del Infonavit se hicieron impagables o mejor dicho, eternos para la mayoría de los trabajadores que habían adquirido esos créditos, pues se llegó a decir que los primeros cinco años de estar supuestamente ya pagando el crédito, al ir a revisar su estado de cuenta, se les decía a los trabajadores que ese dinero aportado al Infonavit durante esos primeros cinco años, eran para el pago de los intereses del crédito otorgado; pero peor aún, si por ejemplo, la vivienda adquirida había tenido un precio, por así decir de 180 mil pesos, al creer un trabajador que ya le faltaba poco para cubrir el crédito, al ir a preguntar porque ya había pagado más de 150 mil pesos, le salían con el cuento chino de que aún debía 170 mil pesos, porque debido a la inflación el monto del crédito había crecido y que quién sabe qué; total que, aun así de haber superado ya los 200 mil pesos pagados por el trabajador, según muchas personas a las que les pregunté, les salían con una cuenta en donde se estimaba que seguían debiendo al Infonavit una cantidad similar a la que había sido el monto de 180 mil pesos.
Sea pues. Vale.