El séptimo cielo es una expresión para los momentos de euforia y felicidad desbordadas. Se acerca a la plenitud. Por eso, el serbio Novak Djokovic la utilizó al conquistar lo único que le hacía falta para completar una carrera pletórica de ganancias. Sólo requería el oro olímpico para cerrar un círculo virtuoso.
A los 37 años, Djokovic conquistó su primera medalla olímpica de oro tras vencer 7-6 (3) y 7-6 (2) al español Carlos Alcaraz en una apasionante final. Este título, lo hilvana al impresionante récord de 24 torneos de Grand Slam. Aunque ya tenía una presea olímpica, obtenida en 2008, ésta era de bronce, y se había aburrido de decir que le sabía a poco y ansiaba la dorada. Lo consiguió.
Es probablemente el mayor éxito deportivo de mi vida y la sensación más especial
, sostuvo el serbio; pensaba que llevar la bandera en la ceremonia de apertura para mi país en los Juegos Olímpicos de 2012 era la mejor sensación que un atleta podía tener, hasta hoy
.
Hasta que derrotó al italiano Lorenzo Musetti, medallista de bronce, en las semifinales el viernes, Djokovic tenía una foja de 0-3 en esa ronda en las justas de verano. Perdió siempre contra el eventual ganador del oro en cada oportunidad: Rafael Nadal, en Pekín 2008; Andy Murray, en Londres 2012, y Alexander Zverev, en Tokio, hace tres años.
“Eran mis quintos Juegos y mis cuartas semifinales. Esta vez no podía fallar y debía asegurar el podio
“, indicó Djokovic.
Ahora es el hombre de mayor edad en ganar el oro individual en el tenis desde 1908, y evitó que el español Alcaraz, de 21 años, se convirtiera en el más joven.
Cuando el oro era suyo, gracias a un último golpe de derecha ganador, el serbio se volteó hacia su equipo en las gradas, sentado frente a su esposa y sus dos hijos, y dejó caer su raqueta mientras se arrodillaba en la arcilla. Lloró y se cubrió la cara, luego se levantó y ondeó una bandera de su país.
Ha sido una lucha increíble. Cuando entró el último punto, fue el único momento en el que vi ganado el partido
, comentó Djokovic.
La final, que duró 2 horas y 50 minutos a pesar de decidirse en sólo dos sets, fue una revancha del partido por el título de Wimbledon hace tres semanas que Alcaraz ganó.
En el partido hubo largos intercambios, llenos de excelentes golpes en la línea de fondo, virtuosas dejadas (las de Alcaraz tendían a ser más exitosas, a veces tan buenas que Djokovic se negó incluso a perseguirlas) y una tremenda defensa, deslizamientos y estiramientos en ambos extremos. Sacaron tan bien que ninguno logró quebrar ni una sola vez: Djokovic salvó ocho puntos de quiebre; Alcaraz, seis.
Lo más notable, quizás, fue la nitidez con la que ambos jugaron, a pesar del talento del oponente y la presión de la ocasión. Los errores no forzados eran raros.
Alcaraz lloró tras ser derrotado: “Quería el oro y perder nunca es agradable, pero me voy con la cabeza bien alta. Luché hasta la última bola. Dejé todo lo que tenía dentro
“, indicó.
Djokovic tenía aún más ganas que yo de ganar el oro y se mereció la victoria.
“Mis lágrimas fueron porque consideré que no podía conseguir el objetivo de todos los españoles, que es también el mío.
“