Se aplicó la clásica frase de, usted disculpe
Por Sergio Mejía Cano
En la entrega anterior nos referimos a que, cuando alguien se ve involucrado en cualquier tipo de accidente automovilístico, mientras se hacen las averiguaciones pertinentes, por lo regular a quienes se ven involucrados los apresan, así a simple vista sean o se consideren inocentes, son apresados y encarcelados; claro que con sus excepciones, pues se han dado casos cuando alguien resulta ser influyente o hijo de papi, se le libera de inmediato.
Pues bien. Me comenta un amigo que conocí en el mercado de abastos de la colonia Santa Teresita, al poniente de la ciudad de Tepic, Nayarit, que también existen injusticias de otra índole, como ser encarcelados por supuestos delitos u homicidios sin tener nada que ver; y me recordó este amigo que si se me había olvidado una historia que nos había contado un trabajador del mercado quien estuvo preso casi tres años por un supuesto asesinato que no ocurrió.
Resulta que allá por el año 2005 andaba un trabajador de una bodega oriundo de la Sierra y que por cierto no hablaba muy fluido el español. Una vez que le tomé confianza le pregunté sobre su triste historia, la que me contó casi con lágrimas en los ojos.
Me comentó este trabajador, palabras más, palabras menos, que él y otro de sus paisanos habían decidido irse hacia los Estados Unidos, pero como no tenían recursos económicos habían llegado a la capital nayarita a buscar trabajo, el cual encontraron precisamente en el mercado de abastos. Lograron juntar algo de dinero para el pasaje por carretera hacia Mexicali, Baja California. Antes de partir decidieron ir a despedirse de sus familias a la comunidad de donde eran originarios.
Una noche antes de partir a abordar el camión en una población cercana a su comunidad, decidieron aventarse unos tragos, porque no sabían hasta cuándo volverían a tener oportunidad para embriagarse. Así que compraron un licor de caña, del más económico, pero también más pegador. El problema fue que se picaron y siguieron la borrachera hasta más allá de la noche, y ya en sus ocho sentidos muy alerta emprendieron el camino hacia donde tomarían el camión hacia la frontera norte; sin embargo, los rindió el cansancio y la embriaguez, por lo que se durmieron en el monte.
Ya con el Sol muy alto, fue despertado por unos lugareños y el síndico o encargado de la autoridad de su comunidad, así como los familiares de su compañero y, desde luego, los de él también. Todos le preguntaban a la vez que en dónde estaba fulano. El próximo viajero hacia el norte no sabía qué responder, pues no atinaba a comprender por qué tanta gente a su alrededor y más confundido se sintió al ver llorar a los familiares de su compañero. Lo peor vino cuando llegaron unos policías de una población cercana, quienes lo levantaron con lujo de violencia y esposándolo a la vez y, caminando unos cuantos metros le señalaron unas manchas de sangre preguntándole que qué había hecho con el cuerpo de fulano. El viajero no supo contestar nada de nada, pues no sabía qué onda.
El caso es que lo acusaron del asesinato y desaparición de su amigo; asesinato porque las manchas de sangre eran una clara evidencia de violencia y, si no estaba el cuerpo, tenía que decir en dónde lo había enterrado. Al no saber que contestar le costó muchos golpes desde que lo llevaban en la patrulla y todavía más golpes ya estando dentro del reclusorio; pero lo que más le asustaba eran las amenazas de los familiares de su compañero desaparecido, pues cada vez que podían iban a la cárcel a lanzarle amenazas y gritos de venganza por haber desaparecido a su pariente.
A poco más de dos años de estos sucesos, resulta que va llegando a su comunidad el supuesto asesinado y desaparecido, pues había sido deportado, así que en cuanto pudo decidió regresar a su comunidad con su familia. Al platicarle todo lo sucedido por su desaparición, de inmediato se dirigieron a la población en donde estaba encarcelado su compañero para esclarecer todo lo acontecido y que fuera liberado.
El recién llegado dijo que despertó en el monte cuando comenzaba a clarear el día y, por más que se empeñó en despertar a su amigo no pudo hacerlo, y como ya se acercaba la hora en que pasaba el camión hacia el norte, no quiso perder el viaje por lo que dejó a su amigo ahí dormido aún.
Respecto a las manchas de sangre que se habían encontrado, posiblemente eran las huellas de alguien que había cazado algún animal, pues esto era muy común. Así que el acusado fue liberado con la clásica frase: usted disculpe.
Sea pues. Vale.