En su nueva película, la directora Tatiana Huezo se adentra en una comunidad de Puebla y muestra cómo viven los niños y las niñas las bondades y dificultades del lugar
En El eco, una pequeña comunidad del estado de Puebla, los niños y mujeres ven pasar la vida en medio de los quehaceres cotidianos, la siembra, el cuidado de sus ancianos y el pastoreo de animales. Su inocencia y asombro ante lo nuevo o lo doloroso, como la muerte, así como la madurez que adquieren a temprana edad debido a las dificultades y la pobreza, son reflejadas en El eco, el nuevo filme de Tatiana Huezo que se hizo acreedora al Premio a Mejor Documental en la Berlinale y que le entregó a la realizadora la presea a Mejor Dirección de la sección Encounters.
A lo largo del proceso de estos cuatro años de investigación fui descubriendo que esta película es sobre crecer, sobre las infancias, sobre cómo dejas de ser niño y cómo es el momento de la vida donde hay tanta magia y en donde también te sientes frente a un abismo. Buscando, con la panza y con la intuición, cosas que le hablaran a esta idea tan subjetiva de qué es crecer, me fui encontrando con personajes femeninos que terminaron enamorándome inevitablemente y eran los personajes como menos estáticos. Los personajes femeninos de la película son personajes con cierta rebeldía, son personajes que se atreven a cuestionar el rol y el lugar que están ocupando en la comunidad con una forma patriarcal muy vertical”, contó Huezo.
Gracias a este proyecto, el equipo recibió ocho nominaciones al Ariel, entre ellos el de Mejor Película, Mejor Largometraje Documental y Mejor Fotografía para Ernesto Pardo. A pesar de los buenos resultados que ha tenido este filme, que se estrenará este viernes bajo el cobijo de Pimienta Films, la directora confesó que cuando lo estaba trabajando tuvo muchas dudas.
El rodaje fue de poco más de un año y había un vínculo muy poderoso con las familias y con la gente, que pasé mucho miedo haciendo esta película tan larga en donde la realidad nos arrastraba y cambiaba brutalmente cada vez que íbamos, pues siempre pasaba algo. Tuve mucho miedo, mucha incertidumbre al momento de filmar, tuve la duda, yo pensaba que esta película no se trataba de nada, pero me sacudía el miedo. El aprendizaje más grande fue darme cuenta, ya cuando estábamos montando la cinta, que en las cosas más pequeñas y más sencillas se oculta algo muy hermoso y muy grande”, compartió Huezo en una conferencia virtual.
A través de sus películas, Tatiana ha explorado México y ha hablado en su cine de esos microcosmos que definen el mosaico cultural de nuestro país, por lo cual se le cuestionó con respecto a lo que encontró en la comunidad de El eco y que fue lo que ésta le dio personal y profesionalmente.
Este lugar, esta pequeña comunidad, me atrapó desde el primer momento por el paisaje un poco lunar. Yo llevaba meses buscando un lugar y desde que llegamos al pueblo, el paisaje me parecía un paisaje lunar y estaba todo estático, estaba todo seco en ese momento y me atrapó cuando esa estaticidad se sacudió con el viento y había tierra volando, como haciendo remolinos. Con Ernesto (Pardo) platicaba y decíamos que había algo especial en ese lugar como si el tiempo estuviera detenido”,
También hay una sensación muy grande de la fragilidad que hay. Conocí El eco en la sequía, en un momento muy crítico donde de mueren los animales, donde los niños se manchan de la piel, donde se acaba el agua, no se bañan, traen los ojos rojos por el polvo y la sensación de la fragilidad era muy grande y de la fuerza extraordinaria que tienen estas familias y estos pequeños para encarar la fragilidad”, compartió la realizadora de 52 años.
El equipo de producción de El eco rodó durante poco más de un año para registrar cómo viven, principalmente los niños y las niñas las cuatro estaciones del año. Durante ese periodo, el equipo fue testigo de la muerte de la abuelita de unos niños
Fue un momento muy duro, emocionalmente y esa noche que la gente de otras comunidades empezó a llegar con su pan, con su café, con leña para prender el fuego, un montón de gente mayor, niños y que llegaron a abrazar y sostener simbólicamente a esta familia, a sostenerla en un momento muy doloroso, a rezar, a abrazar y contener era algo que yo no había vivido antes, la dimensión de lo que significa el sentido de comunidad y de honrar la muerte como parte de la vida”, contó Huezo, de origen salvadoreño.
En el encuentro virtual Huezo estuvo acompañada por parte de su equipo de producción, quienes hablaron de la magia del lugar y cómo trabajaron en sus áreas.