Olegario Vázquez Raña, nacido el 10 de diciembre de 1935 en la colonia Guerrero de la Ciudad de México, falleció el 28 de marzo de 2025, a los 89 años. A los nueve años ya ayudaba en la tienda de radios de su padre. Con el tiempo, esa tenacidad lo llevaría a convertirse en uno de los líderes deportivos más influyentes de México y del mundo.
Vázquez Raña fue, ante todo, un atleta. Practicó tenis y tiro sobre siluetas metálicas en su juventud, pero encontró su verdadera vocación en el tiro deportivo, disciplina con la que representó a México en cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos: Tokio 1964, Ciudad de México 1968, Múnich 1972 y Montreal 1976.
Su palmarés incluye 18 medallas en eventos internacionales. En los Juegos Panamericanos de México 1975 ganó la medalla de oro en rifle de aire a 10 metros con 393 puntos, una marca que lo consagró y le otorgó el primer Premio Nacional del Deporte en la historia del galardón, ese mismo año. Además, fue el único mexicano en romper un récord mundial en tiro deportivo.

Su legado institucional también es vasto. Fue presidente de la Federación Internacional de Tiro Deportivo (ISSF) desde 1980 hasta 2018. Durante su gestión, impulsó una transformación profunda de la disciplina: promovió la equidad de género, incorporó el sistema electrónico de puntuación y logró que las finales olímpicas de la disciplina fueran televisadas. Gracias a su visión, el tiro deportivo ganó visibilidad, modernización y nuevos públicos.
Su trabajo fue reconocido a nivel internacional con la Orden Olímpica de Plata del Comité Olímpico Internacional, por monarcas como el rey de Suecia y por el Rey de España, así como por los Gobiernos de Alemania, Austria, Corea del Sur y México. Fue nombrado miembro honorario del COI. En el deporte olímpico, Vázquez Raña es recordado como un estratega institucional, un reformista y un impulsor del alto rendimiento.
En 2014, ya como empresario consolidado, Olegario Vázquez Raña tomó una decisión que marcaría la historia del futbol mexicano: encabezó la compra del Club Querétaro, un equipo con problemas financieros que pocos consideraban viable en ese momento. Entonces vino el golpe maestro: fichar a Ronaldinho, exestrella del Barcelona, AC Milan y campeón del mundo con Brasil.
La llegada de Ronaldinho fue un parteaguas. El fichaje se tradujo en un aumento inmediato de ingresos por taquilla, venta de camisetas, rating televisivo y menciones en medios internacionales. Más allá de lo deportivo, el movimiento demostró que la Liga MX podía atraer talento de clase mundial y competir en el terreno del espectáculo.
La historia de Olegario Vázquez Raña es la de un hombre que entendió el deporte en toda su complejidad: como atleta, como dirigente, como empresario y como visionario. Desde una infancia modesta en la colonia Guerrero hasta el reconocimiento global en el Comité Olímpico Internacional, su vida fue un ejemplo de constancia, innovación y amor por México.
Su legado vive no sólo en sus logros personales, sino también en las instituciones que transformó, los atletas que inspiró y las generaciones que hoy tienen más y mejores oportunidades gracias a su trabajo.
Descanse en paz, Don Olegario.